Experiencia de viaje
- Julia García
- 29 oct 2021
- 4 Min. de lectura

Cada octubre desde que tengo 13 años en mi familia hicimos la tradición de viajar, esto porque nos habían aceptado la visa a todos y queríamos aprovecharla al máximo. Mi último viaje al extranjero había sido a Las Vegas, pero para eso entonces apenas empezaba este camino sostenible y era muy poco lo que sabía. Llegó la pandemia y fue muy triste no poder viajar en un tiempo, pero la vida nos dio la oportunidad de volver a viajar y fue una experiencia con la que vivo agradecida pues, luego de haber estado aislados tanto tiempo, llegué a pensar que un momento así tardaría demasiado en llegar. Pero el pasado 11 de Octubre armamos las maletas y nos dispusimos a disfrutar de la tercer ciudad más poblada de los Estados Unidos.
Contaba con muy poco equipaje disponible, por lo que decidí no cargar con mi kit zero waste (spoiler alert: me arrepentí mucho). Pero al llegar casi siempre me hago de un kit zero waste desechable (irónico, lo sé). Usualmente se compone de una botella de agua del hotel y unos cubiertos que me dan en el desayuno, y cargo con ellos por lo mismo de que son tan livianitos y no me ocupan casi nada de espacio.
Aterrizamos por ahí de las 10 am y algo que debo aplaudirle a la ciudad es su sistema de transporte. Podíamos tomar el tren desde el mismo aeropuerto, el cual nos dejaría en el mero centro de la ciudad a un par de cuadras de nuestro hotel. Al llegar, moríamos de sed por lo que busque una botella que fuera aguantadora porque sería la que usaría en todo el viaje.

Debo confesarles que, aunque yo promueva este estilo de vida, mi familia no siempre esta muy de acuerdo con mis ideales o lo que les expongo casi a diario, por lo que el shooping no faltó en mi viaje por que, como muchos han de saber, Estados Unidos tiene artículos exclusivos y siempre a muy buen precio. Marcas de mucho renombre en México son absurdamente baratas allá por lo que si un jeans en nuestro país sale en 1200, seguro que en Estados Unidos te encuentras uno de la misma marca en la mitad de precio, si no es que menos. Ya iba mentalizada a comprar únicamente lo que tenía en mi lista y así evitaría hacer compras por impulso, así que aquí el consejo es tener a la mano siempre esa lista por que a veces, por comprar algo que estaba en rebaja y pues "¿como dejarlo ir?" ya no te alcanza o te endeudas para el artículo que REALMENTE necesitabas.
La pesadilla llegó al siguiente día. El hotel nos ofrecía un desayuno, por lo que decidimos ir a aprovecharlo, pero por temas de COVID 19 no podíamos permanecer en el comedor y teníamos que llevarnos nuestros alimentos a la habitación lo que significaba llevar todo en desechables: charolas, contenedores, vasos, cubiertos, popotes, servilletas... Y ahí fue cuando me arrepentí de no haber llevado mis utensilios.
Sin entrar en pánico, hice lo que les había comentado anteriormente, y después de cada desayuno limpiaba el mismo contenedor y lo guardaba para volver a usarlo al siguiente día. Así al menos sólo consumiría uno y no los 7 contenedores que estaban "programados".
El resto del viaje se trató de arquitectura, sitios turísticos, museos, compras y... comida. Mucha comida. La mayoría en envases desechables o de un sólo uso. Es BRUTAL la cantidad de empaques que usan por nomás, por ejemplo, un día fuimos a un restaurante de mariscos (yo no como eso, pero mi familia si) y a cada miembro de la familia le daban un babero y guantes de plástico para poder devorar los camarones y cangrejos que estaban en su plato. No saben lo absurdo que se sintió ver a tanta gente usando esto, como si fuera taaaaaaan complicado lavar nuestras manos luego de comer. Si hasta envolvían las mismas cajas de cartón de contenedores en más bolsas de plástico para transportarlas aunque fueras a comerla en la mesa que estaba a 3 metros del mostrador.

Uno de estos días, lo dedicamos a perdernos en una de las avenidas más concurridas de chicago, un lugar llamado Magnificent Mile que básicamente es la zona comercial donde encontramos todas las marcas de más prestigio y las que no lo tienen tanto. Era demasiada la gente que se abarrotaba en las tiendas por artículos como si fuera de vida o muerte. Y ni siquiera era temporada de rebajas. Había filas enormes para entrar a tiendas como Prada o Gucci, y había un caos en tiendas como Nike o Under Armour.
Me sentía muy pequeñita, una personita tan diminuta haciendo cambios por un mundo mejor cuando ahí, justo en medio de todo eso, parecía que nadie se percataba de la problemática que nos acontece a todos. Parecía que daba igual, mientras tuvieran esos Nike o aquella bolsa Coach...
Al final, llegué a una conclusión: es un país primer mundista, y lejos de sonar clasista, me percaté que sus prioridades son diferentes a las de nuestro país como tal. Nosotros tenemos muchísimo que proteger, muchas especies, hábitats, todo un país con abundante diversidad. Y a nosotros nos afecta el cambio climático más rápido, además de que nuestro sistema político no es el mejor. Me encerré tanto tiempo en mi burbuja local que no me di cuenta de lo que el resto del mundo estaba haciendo, creyendo que todos estábamos en la misma sintonía por que, en teoría, ellos ya están en ventaja. Creí que sólo seriamos unos cuantos rezagados que necesitaban el empujón para crear hábitos y generar conciencia.
Pero no. Aún hay mucho por hacer. Y aunque me haya sentido pequeña e indefensa, sé que seremos muchos más, a diario, poco a poco, los que seguiremos empoderando a nuestro planeta para que nuestra voz sea muchísimo más fuerte y podamos recuperar y proteger lo que tanto nos ha dado. Por que estamos en deuda, y se nos va a cobrar muy caro si seguimos sin pagarlo.
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Gracias por leer mi post.
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